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Decir “feliz día papá” mirando al cielo

La última vez que te miré, no te vi. Aquella vez simplemente te besé y sabía que ya no volverías a abrir los ojos… Pero sabía que no te estaba viendo, porque para verte tenía que cerrar mis propios ojos; ahí en mi corazón, conmigo, tus ojos estaban abiertos, en mis sueños (y donde para siempre vas a estar), te movías rápido, haciendo cosas útiles, de pie, trabajando, incansable, sonriente como siempre, como todos sabíamos que te salía hacerlo.


La última vez que te miré ya no existe, esa no es la imagen que quedó en mí, esa imagen se fue con tu cuerpo. Hoy, en cada momento que te necesito, te recuerdo como el gran hombre que fuiste, el que me enseñó tanto sobre mi propio yo.
Hoy digo “feliz día pa” mirando al cielo, tal vez con el saludo alguna lágrima se desprende también y me recorre el rostro. Y como siempre digo “las lágrimas que más duelen, son las que se secan solas”, pero de golpe esa lágrima se seca como si fuera tu mano la que me la sacara de allí porque no querés que llore, es como si estuvieras mucho más cerca.

Sé que en el mundo hay millones de personas que hacen lo mismo, que no les queda más remedio que demostrar su amor por sus seres más queridos mirando al cielo, e incluso, tal vez ruegan reencontrarse con ellos algún día, de alguna manera que no conocemos. Esas personas entienden de ese dolor enorme, el que significa ese plato que sobra en la mesa, esa silla vacía, esa puerta que ya no se abre a la hora de siempre, esa ropa que ya no se usa, esa moto que nadie utiliza, ese perfume que nadie más se puso… esas cosas tan simples que se extrañan solamente cuando su dueño no está más.

Ojalá nos reencontremos algún día, creo que pasará lo que tenga que pasar y nada más, yo quiero volver a verte y darte el abrazo más grande de todos, volver a construir con castillo de arena junto al mar sin importar la edad que tengamos. Mientras tanto, seguir soñándote mientras duermo (y estando despierto), dándome la fuerza de siempre, al lado mío, con tu mano en mi hombro y aquella sonrisa que me hacía pensar que cada día, de alguna manera, era un poco mejor que el anterior.
Es por eso que hoy (y todos los días), miro a mi alrededor y también al cielo para decir “gracias por tanto” y “feliz día papá”.

Max Belaeff


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