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Asilo-hogar Las Mercedes: El amor más allá de los años

El asilo-hogar Las Mercedes es una de las instituciones más antiguas y prestigiosas que ostenta el departamento. Fundado por la Sociedad de Damas de Beneficencia en los inicios del Siglo XX, por allí han pasado centenares de personas que entregaron a su guarda los últimos años de sus vidas. 


Fracisca Vigier de Álvarez, presidente actual de la entidad, las integrantes de la comisión directiva Élida Quiroga de Huerta y Clelia Fanesi de Pérez Latorre, y la hermana Mauricia Martínez, recibieron a La Ventana para resumir la historia de un hogar que es símbolo de amor y entrega en San Rafael.
El 6 de diciembre de 1908 se fundó la Sociedad de Damas de Beneficencia, a iniciativa de un grupo de mujeres destacadas de la época que decidieron ayudar a los más necesitados: mendigos, ancianos desprotegidos en la salud y gente de muy bajos recursos. Quedó radicada, según consta el acta oficial, en lo que por entonces era la Villa de San Rafael. Crearon una sala de primeros auxilios que fue la precursora del actual hospital Teodoro J. Schestakow, en la calle Avellaneda. Tenía una sala para ancianos y otra para ancianas, contando con el asesoramiento del propio doctor Schestakow. 


En 1919 la municipalidad clausuró aquellas salas de atención a los ancianos y mendigos, pero les pide a las damas que les done las camillas, el instrumental y demás equipamiento y surge la idea de crear un hogar donde se pudiera albergar a esas personas. En una reunión de 1921 en asamblea, resuelven crear esa institución y así nació el asilo Las Mercedes. Para poder construirlo, las damas vendieron un terreno que estaba ubicado donde se encuentra la Universidad Tecnológica Nacional. Comenzó entonces la construcción del actual edificio en el terreno ubicado en Independencia, Las Heras y Coronel Plaza en un predio de 4.997 metros cuadrados.

Si bien las Damas de Beneficencia normalmente no recibían dinero de organismos estatales, una vez concluidas las obras, el Municipio fue el encargado de financiar la instalación eléctrica, allá por los albores de la década de 1930. En el edificio funcionaba una pequeña escuela donde se enseñaban artes y oficios: cocinar, lavar y planchar, especialmente a las niñas huérfanas de la zona. Además, se les proveía desayuno, almuerzo y merienda, pero no se los podía albergar aún. 


El 6 de enero de 1936, llegan las Hermanas Carmelitas Teresianas, gracias a gestiones realizadas por doña Amalia Julián, prima y esposa de don Daniel Julián. A partir de allí, se empezó a albergar ancianos y niños, quedando las religiosas a cargo de la atención, mientras que la Sociedad de Damas de Beneficencia procuraba los bienes económicos y es así como se ha mantenido hasta la actualidad.
En la década de 1940 la escuela recibe el nombre “Élida Constantini de Pessano” por parte de la Dirección General de Escuelas. En esa misma década, las Damas de Beneficencia construyeron un edificio específicamente para los niños en avenida Balloffet, mientras los ancianos permanecían en el hogar Las Mercedes. Sin embargo en la década siguiente producto de una serie de circunstancias, llegaron los sacerdotes franciscanos y pidieron instalarse allí “por unos meses”… todavía no se fueron. La relación entre los franciscanos y las Damas nunca fue buena a raíz de todo esto, e incluso la Justicia se vio implicada a lo largo de las décadas siguientes. 


Para mantener el hogar, durante muchos años se realizó la recolección del “kilo”, que eran donaciones de alimento que realizaba la sociedad sanrafaelina. Por aquellos años, trabajaban solamente las monjas, no había empleadas, sólo una cocinera que vivía allí mismo.

Desde aquella construcción que comenzó en los años 1920 y concluyó en la década de 1930, se han hecho diversas ampliaciones. En 1981 se eliminó el comedor de las niñas a pedido de las monjas y hoy se alberga solamente a ancianos. Si se respetara en su totalidad el derecho de admisión, se supone que esos ancianos deben ser “pobres de solemnidad”, ya que se los atiende en la salud, la alimentación, la recreación, la limpieza, etcétera. No obstante, a veces esas reglas no se cumplen. Todos están jubilados por lo que se les pide una colaboración. 


Élida Quiroga de Huerta, explica que muchas veces ocurre que hay quienes dejan allí a los ancianos y no vuelven a visitarlos por muchísimo tiempo. “En muchos casos la familia los deposita. Hay gente que está muy contenta, pero no son todos. Entonces colaboran (no pagan)”, aclaró. Por otra parte, hay una playa de estacionamiento ubicada en la intersección de avenida Hipólito Yrigoyen y Gutiérrez que pertenece a la firma FGH, pero cuyas ganancias son recibidas por el hogar desde hace años.

Además de las religiosas que lidera la hermana Hilda Frías, en el asilo trabajan 17 empleados realizando diversas tareas durante el día y la noche y asistiendo a alrededor de 50 personas que viven allí. Todos los empleados trabajan en blanco, por lo que se alcanzan los 230 mil pesos mensuales sólo en sueldos. A eso hay que sumarle que no se escatiman en gastos si es necesario hacerlos, como cuando se reconstruyeron los baños o se colocó por seguridad un circuito cerrado de televisión.

Actualmente el Rotary Club les entrega donaciones de carne, y hay empresarios que donan leche y azúcar, pero la ayuda nunca está de más. Al asilo-hogar Las Mercedes le vendrían muy bien pañales, y mucho más en invierno. También se recibirían con enorme alegría donaciones de sábanas y frazadas.

Un subsidio desaparecido

Según explicó la presidente de la actual comisión directiva, Francisca Vigier, el año pasado la Nación les otorgó un subsidio de 200 mil pesos, pero el dinero jamás llegó. A pesar de que -incluso- realizaron el agradecimiento en un diario local por el gesto, nunca pudieron disponer del dinero con el que tenían pensado entre otras cosas, comprar un lavarropas industrial.
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