A diario se ven casos de enorme inseguridad en todo el país, pero tal como puede verse de manera constante, la violencia en Rosario, Santa Fe, no para de crecer a niveles altísimos. Hay personas que decidieron irse y dejar atrás la vida que llevaban en aquella ciudad, que con algo de miedo aún, cuentan lo que les tocó atravesar.
Guillermo tiene 25 años, dejó hace tres Rosario y decidió venir a vivir a San Rafael a la casa de una hermana que ya se encontraba acá. Se trata de vidas diferentes, y si bien hubiera preferido seguir en su lugar de nacimiento, un día surgió la posibilidad de dejar esa violencia y miedo, y simplemente accedió. Dialogó con La Ventana San Rafael sobre lo que esto le ha implicado.
Guillermo, ¿en qué parte de Rosario vivías?
Vivía en calle Cochabamba al 6000, cerca del parque Oeste de Rosario. No era una zona violenta del todo, pero decir eso en Rosario es siempre bastante relativo. Tengo 25 años y a mí me asaltaron dos veces en menos de diez años. La primera vez, volvía de la escuela a mi casa y aparecieron dos tipos que me sacaron la mochila amenazándome con un cuchillo; la segunda vez directamente se metió alguien al patio de la casa donde vivía con mi papá y mi hermana, y me robó la bicicleta. Podría haberme quedado en mi ciudad, pero no era una buena vida la que pasaba.
¿A qué te dedicabas en Rosario y a qué te dedicás acá?
Trabajaba a algunas cuadras de mi casa en una panadería. No ganaba mal, pero la economía siempre es un palo en la rueda independientemente de la ciudad en la que uno viva. Por cosas de la vida, mi hermana se vino con su marido a vivir a San Rafael y al tiempo me preguntó si no quería viajar yo también. Mi cuñado trabaja en una empresa de construcciones, y mi hermana tiene un negocio en su casa, yo la ayudo a atenderlo. No tengo sobrinos por ahora, pero calculo que un día voy a tenerlos y algo que no quiero, es depender de mi hermana y de mi cuñado para siempre.
¿Por qué decidiste dejar Rosario, sólo por la inseguridad?
No, en realidad no es eso solamente. Tenía que ver con que no veía un futuro claro, no tenía un horizonte concreto, y si bien es cierto que acá tampoco lo tengo, sí estoy mucho más tranquilo de eso otro. Por supuesto que esto no es Disney, acá en San Rafael también hay inseguridad, pero no se puede comparar para nada.
¿En qué sentido?
Los delincuentes son todos delincuentes, y está mal robar independientemente de qué y cuánto, no hay que robar y punto, pero Rosario se transformó en un lugar donde la delincuencia no tiene ningún tipo de código de nada. Hay gente que roba por hambre, pero en este caso ya no hablamos de robos y no hablamos de hambre, acá hay gente que mata por matar, que asesina de cuatro tiros en la espalda a un flaco que salió a trotar. Los últimos casos que hemos visto demuestran lo que es eso: un infierno que crece.
En San Rafael se ve que la gente camina y si saca el celular del bolsillo sin importarle nada, allá la gente mira para todos lados antes de sacarlo por si no viene un motochorro, o directamente no lo saca; tengo amigos que ya usan el celular sólo dentro de sus casas o estando en lugares muy seguros porque ya les robaron uno alguna vez.
Hay gente entrevistada en Rosario que dice que “todos saben dónde está la droga”. ¿Es tan así?
No sé si todos, yo no sé dónde la venden o quiénes la venden, pero se nota en el ambiente en el sentido de que no hay un solo boliche o local nocturno donde no haya, donde no te ofrezcan; es muy común eso y cuando no sos de ese palo te asusta.
¿A quiénes dejaste en Rosario?
Dejé a mi mamá, a mi papá, a un hermanastro, tíos y primos, pero entre las personas que más me duele haber perdido así están algunos amigos, que si bien primero se enojaron conmigo, entendieron que ellos no lo hacían simplemente porque no tenían a dónde ir.
No digo que no vaya a volver nunca más a Rosario, tal vez algún día lo haga, pero quisiera que cambiaran muchas cosas primero y eso no va a demorar algunos meses. Es mucho lo que hay para limpiar ahí.
Guillermo tiene 25 años, dejó hace tres Rosario y decidió venir a vivir a San Rafael a la casa de una hermana que ya se encontraba acá. Se trata de vidas diferentes, y si bien hubiera preferido seguir en su lugar de nacimiento, un día surgió la posibilidad de dejar esa violencia y miedo, y simplemente accedió. Dialogó con La Ventana San Rafael sobre lo que esto le ha implicado.
Guillermo, ¿en qué parte de Rosario vivías?
Vivía en calle Cochabamba al 6000, cerca del parque Oeste de Rosario. No era una zona violenta del todo, pero decir eso en Rosario es siempre bastante relativo. Tengo 25 años y a mí me asaltaron dos veces en menos de diez años. La primera vez, volvía de la escuela a mi casa y aparecieron dos tipos que me sacaron la mochila amenazándome con un cuchillo; la segunda vez directamente se metió alguien al patio de la casa donde vivía con mi papá y mi hermana, y me robó la bicicleta. Podría haberme quedado en mi ciudad, pero no era una buena vida la que pasaba.
¿A qué te dedicabas en Rosario y a qué te dedicás acá?
Trabajaba a algunas cuadras de mi casa en una panadería. No ganaba mal, pero la economía siempre es un palo en la rueda independientemente de la ciudad en la que uno viva. Por cosas de la vida, mi hermana se vino con su marido a vivir a San Rafael y al tiempo me preguntó si no quería viajar yo también. Mi cuñado trabaja en una empresa de construcciones, y mi hermana tiene un negocio en su casa, yo la ayudo a atenderlo. No tengo sobrinos por ahora, pero calculo que un día voy a tenerlos y algo que no quiero, es depender de mi hermana y de mi cuñado para siempre.
¿Por qué decidiste dejar Rosario, sólo por la inseguridad?
No, en realidad no es eso solamente. Tenía que ver con que no veía un futuro claro, no tenía un horizonte concreto, y si bien es cierto que acá tampoco lo tengo, sí estoy mucho más tranquilo de eso otro. Por supuesto que esto no es Disney, acá en San Rafael también hay inseguridad, pero no se puede comparar para nada.
¿En qué sentido?
Los delincuentes son todos delincuentes, y está mal robar independientemente de qué y cuánto, no hay que robar y punto, pero Rosario se transformó en un lugar donde la delincuencia no tiene ningún tipo de código de nada. Hay gente que roba por hambre, pero en este caso ya no hablamos de robos y no hablamos de hambre, acá hay gente que mata por matar, que asesina de cuatro tiros en la espalda a un flaco que salió a trotar. Los últimos casos que hemos visto demuestran lo que es eso: un infierno que crece.
En San Rafael se ve que la gente camina y si saca el celular del bolsillo sin importarle nada, allá la gente mira para todos lados antes de sacarlo por si no viene un motochorro, o directamente no lo saca; tengo amigos que ya usan el celular sólo dentro de sus casas o estando en lugares muy seguros porque ya les robaron uno alguna vez.
Hay gente entrevistada en Rosario que dice que “todos saben dónde está la droga”. ¿Es tan así?
No sé si todos, yo no sé dónde la venden o quiénes la venden, pero se nota en el ambiente en el sentido de que no hay un solo boliche o local nocturno donde no haya, donde no te ofrezcan; es muy común eso y cuando no sos de ese palo te asusta.
¿A quiénes dejaste en Rosario?
Dejé a mi mamá, a mi papá, a un hermanastro, tíos y primos, pero entre las personas que más me duele haber perdido así están algunos amigos, que si bien primero se enojaron conmigo, entendieron que ellos no lo hacían simplemente porque no tenían a dónde ir.
No digo que no vaya a volver nunca más a Rosario, tal vez algún día lo haga, pero quisiera que cambiaran muchas cosas primero y eso no va a demorar algunos meses. Es mucho lo que hay para limpiar ahí.
