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Desaparición de la enfermera: las hipótesis apuntan al exmarido, la hermana y el inquilino

Silvia Zulema Chávez fue vista por última vez en julio y la denuncia sobre averiguación de paradero llegó casi cuatro meses después. Hay un detenido.


“Tiempo que pasa, verdad que huye”, suele repetirse en el ámbito de la investigación criminal. En el caso de Silvia Zulema Chávez, la enfermera jubilada de San Rafael, Mendoza, transcurrieron 104 días entre la mañana en que fue vista por última vez y la tarde en que se radicó la denuncia policial sobre su desaparición.

El resultado es una causa que, a una semana de haberse iniciado, tiene múltiples hipótesis y una trama inquietante. Hay un detenido, aunque la hermana y el exmarido de la mujer también se encuentran bajo sospecha.

“Es uno de los casos más difíciles en los que me ha tocado intervenir durante toda mi carrera”, resume Javier Giaroli, titular de la Fiscalía de Instrucción N°2. “Además del tiempo que pasó -continúa-, la propia hermana de la víctima arrasó con la escena del crimen y alteró todas las pruebas”.

Chávez, de 73 años, vivía en el barrio Pueblo Diamante y era insulinodependiente. Pese a que se le perdió el rastro el 19 de julio, el reporte sobre su desaparición recién ingresó el 1 de noviembre a la Comisaría 8va. Si bien el caso se investiga como un crimen, hasta ahora no hay rastros del cuerpo.

A partir de los primeros testimonios incorporados a la causa, el fiscal sostiene que la enfermera jubilada “no era querida por casi nadie”. Y cuenta que en los allanamientos realizados en su casa no había familiares entre los testigos: “Estuvieron algunos vecinos, nadie más”.

“Ellos declararon que (Chávez) era una mujer muy agresiva, que les tiraba tierra a algunos transeúntes que pasaban por la puerta de su casa, y corría con una varilla a los nenes que jugaban en la cuadra”, describe.




Las pruebas sobre el principal sospechoso de la desaparición de la enfermera

El caso tiene, por el momento, un detenido. Se trata de Mauricio Albornoz, un hombre de 37 años que desde junio alquilaba una vivienda ubicada al fondo de la casa de la enfermera.

Los elementos que lo incriminan son varios: por empezar, Chávez tenía una pésima relación con él y quería desalojarlo. Una de las pruebas clave es el audio de una comunicación de la mujer con el 911. Data del 18 de julio, horas antes de la desaparición. Allí la víctima dice tenerle miedo al inquilino y corta la llamada cuando lo escucha acercarse.

Otra de las evidencias que complican a Albornoz -tiene cuatro antecedentes penales por delitos por robo y semejantes- es que en su domicilio fueron halladas pertenencias de Chávez, como unas ventanas que la mujer había mandado a fabricar. “El inquilino, que se negó a declarar, estuvo hasta el 7 de agosto viviendo atrás, con lo cual no puede decir que nunca se percató de la ausencia de la señora”, sugiere el fiscal.

Giaroli detalla que el último “uso voluntario” que hizo Chávez de su teléfono fue el 20 de julio a las 10.15: “Llamó a su abogada para averiguar novedades sobre el desalojo de este hombre”. Sostiene, además, que la enfermera hasta había acordado previamente con el inquilino la devolución de la totalidad del dinero abonado por el alquiler “con tal de que se fuera”.

El 21 de julio, a las 17.00, el teléfono de Chávez dejó de registrar actividad. Desde entonces, los días fueron transcurriendo sin que nadie se preguntara por el paradero de la mujer.

Las sospechas sobre la hermana de Silvia Chávez

En la última semana de octubre, una conocida de la víctima pasó por la puerta de la casa y le extrañó no escuchar movimientos. Fue entonces que decidió contactar a un sobrino de Chávez que vive en Río Cuarto, Córdoba.

Al enterarse de que nadie tenía noticias sobre su tía, el hombre llamó a Lucía, una hermana de la enfermera desaparecida: ambas llevaban varios años distanciadas “y uno de los motivos -menciona el fiscal- era una disputa sobre la vivienda que ocupaba Silvia Chávez”.

Según consta en el expediente, Lucía respondió que no sabía nada sobre su hermana y ese mismo día se presentó en la comisaría para ver si allí obtenía algún detalle, pero no radicó la denuncia.

El 1 de noviembre, una excuñada de Chávez acudió a la dependencia policial para consultar cómo continuaba la investigación: le llamaba la atención la ausencia de un operativo de búsqueda. Fue ahí que las autoridades se dieron cuenta de que no existía ninguna denuncia. Se inició entonces un sumario administrativo para determinar si hubo alguna irregularidad y, finalmente, se abrió una investigación formal sobre el hecho.

La Policía Científica, personal de la Escuela de Adiestramiento Canino Profesional y también de la División Homicidios, acudieron a la casa y se encontraron con que estaba ocupada por Lucía Chávez. “La excuñada manifestó que Lucía habría realizado la denuncia meses atrás, y esto no consta en ninguna dependencia policial”, explica el fiscal.

La hermana fue entonces aprehendida en calidad de sospechosa, señala Giaroli, “porque ocupaba su casa y por haber mentido, señalando que había hecho una denuncia por paradero cuando no la había hecho”.


Entre el 27 de octubre -cuando se enteró de la ausencia de su hermana- y el 1 de noviembre -cuando se efectuó la denuncia-, Lucía ingresó a la casa de Ecuador 1620 “y literalmente arrasó con la escena del crimen, limpiando objetos con agua, lavandina y detergente, y moviendo elementos de interés para la causa”, subraya el representante del ministerio público.

Sin embargo, la hermana de la víctima grabó 38 videos que mostraban los diferentes ambientes y en qué estado se encontraban.

En la medida que también crecían las sospechas sobre el inquilino, esas imágenes le permitieron ser descartada de la hipótesis principal. Sin embargo, persiste una línea de investigación en torno a ella. El motivo: “Si pasaba algo con la enfermera -retoma el fiscal-, Lucía era la única heredera”.

Dentro de la casa, según se verificó en el allanamiento e inspección ocular realizados el 3 de noviembre, se hallaron manchas de sangre que podrían o no tener relación con el presunto crimen: también había una bolsa con carne putrefacta en la mesa del comedor y que escurrió hasta el suelo un líquido rojizo. Mediante un hisopado se intentará determinar si se trata de sangre humana y si -en efecto- coincide con el ADN de la desaparecida.


Otra hipótesis vincula al exmarido con la desaparición de la enfermera

“Todos tenían un motivo para alegrarse con la desaparición de esta mujer”, asegura el fiscal, y suma una hipótesis adicional que involucra al exmarido de la víctima. El hombre confesó que Chávez había sido violenta con él y que actualmente la relación entre ambos era muy mala. Sin embargo, sospecha que el hombre podría verse beneficiado con la muerte de la enfermera mediante el acceso a una pensión por viudez.

Entretanto, hay una investigación por homicidio con un cuerpo del que no hay rastros. Otro dato: hace cuatro meses -y en coincidencia con su desaparición- Silvia Chávez no cobra su jubilación ni retira la insulina que utilizaba para tratar la diabetes.



Por estas horas, las esperanzas de esclarecer el caso consisten en el peritaje a 15 celulares que forman parte de la investigación y podrían arrojar, entre otros detalles, indicios que posibiliten el hallazgo de la enfermera.




Fuente: TN


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