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San Rafael: La casa de una familia que se convirtió en una casa de Dios

San Rafael: La casa de una familia que se convirtió en una casa de Dios



Edith “Chiquita” Delgado, con tan sólo 3 años, se mudó en 1948 junto a sus padres Miguel Delgado e Isabel Fernández, y a su hermano Miguel Alberto, a una nueva casa ubicada en calle 3 de Febrero 144 de San Rafael. 






Varios años después, esa familia dejó el lugar para que se hiciera cargo del mismo la Iglesia Católica, y se construyera ahí la parroquia San Maximiliano Kolbe.






Chiquita, ya de 75 años, recuerda cómo era aquel lugar en el que vivió varios de los años más memorables de su vida. Sus padres y su hermano han fallecido, pero las vivencias que quedaron en su corazón se han hecho imborrables. 




“No era una casa grande; sólo un living-comedor, dos dormitorios, baño, cocina, galería y patio. Después papá agregó su escritorio y una lavandería; tenía una entrada de 50 metros de largo”, señala y agrega: “Papá se dedicaba a preparar aceitunas en cantidad, por eso edificaron un amplio galpón; dos o tres años más tarde compró los fondos de las dos casas vecinas (a la derecha y a la izquierda); entonces, el lugar quedó como una gran ‘T’”.






La niñez y adolescencia de Chiquita fueron tiempos felices, en los que se vio acompañada no sólo por su familia, sino también por muchos amigos. Estudió piano e inglés y de hecho, daba clases a algunos alumnos en el comedor de la casa. “Papá me decía que lo que aprendía y sabía era la mejor herencia, ¡cuánta razón tenía!”, destaca y recuerda otro gran momento: Al cumplir los 15 años, le hicieron la fiesta en el galpón central de la casa.






En 1970 se casó con Michel Belaeff; Carolina fue su primera hija; más tarde llegó Alejandro al mundo y, habiéndose mudado Chiquita con su nueva familia a una casa de calle Buenos Aires, nació Max Cristian. “Max estaba por nacer cuando me enteré que en mi casa de calle 3 de Febrero inaugurarían una iglesia; ¡no lo podía creer, qué maravilla!”, expresa.






Es que Miguel, el padre de Chiquita vendió la casa y los compradores la alquilaron a fabricantes de galletas que no tuvieron demasiado éxito. Decidieron venderla a un hombre que luego la donó para que pudiera construirse en ese lugar la actual parroquia San Maximiliano Kolbe. 




“Inimaginable, pero maravilloso: mi casa, tan pequeña y vacía se ve ahora llena de amor y esperanza; ¡gracias Dios por tanto!”, concluye Chiquita.



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