La Ventana San Rafael | Últimas Noticias de San Rafael, Mendoza, Argentina y el Mundo.

Fui ayudante de la gran Felisa Vega

-¿Vas al centro?-

Le grité desde mi auto, al que detuve, cuando la vi, en la esquina de Cayetano Silva y Balloffet. Ella esperaba el colectivo sobre la avenida y yo esperaba que nadie me choque de atrás… no había elegido un buen lugar para detener mi marcha. 


Por estos días estoy de vacaciones en la radio y esta mañana me di cuenta que podía quedarme en cama el tiempo necesario para que mi cuerpo descanse y se relaje. Conclusión… mañana perdida para conectarme con la naturaleza y ganada para mi recarga de energía.

Desde que desperté tuve en mi mente la idea de salir a caminar y lo hice… Hacerlo por el parque Sat me pone las pilas… quizá sean sus árboles, los pájaros que los habitan, sus acequias empedradas, las hojas que piso cuando camino, esa gente que, como yo, camina, respira y libera sonrisas, quizá los bancos de sus plazas que te permiten descansar con la espalda apoyada y mirar el mundo que te rodea.

En uno de esos bancos me senté y algo de lo que pude ver fue una pareja de turistas sacándose fotos en la fuente de plaza Francia, un chico adolescente que llegó a su cita en bicicleta… esperó por un rato, no sin mirar varias veces el reloj de su celular, a que la otra parte del prometido encuentro hiciera también lo mismo y al concluir que no asistiría, con agilidad montó en su todoterreno y se marchó confundido. Vi parejitas caminando de la mano, mamás paseando a sus bebés dormidos en sus cochecitos. Vi por un rato el hermoso regalo que es la vida al aire libre y me puse de pie apuntando al sur para emprender el camino que me devuelva a casa. Quizá no sea una sola cosa, quizá sea todo eso lo que me pone las pilas y me guste caminar por ese parque tan hermoso.

Cuando salgo a caminar lo hago sin llevar celular, de esa manera me conecto mejor con mi “aquí y ahora”. Antes de salir le envié un whatsapp a Malena…

-mi amor me voy a caminar, vuelvo en un rato-

Cuando abrí la puerta de casa estaba sonando mi teléfono, era Malena…

-papá volviste, pásame a buscar-

En su búsqueda iba yo cuando la vi parada sobre la avenida esperando el colectivo. Tantas fotos que sacó, tanto cariño que brindó, tanto arte nos regaló abriendo o cerrando sensiblemente el diafragma de su cámara, que cómo no me iba a detener para ofrecerme a llevarla…

-¿vas al centro?

Le grité y me di cuenta que no me reconoció

-¿Feli, me reconociste?-

-¿no che, quién sos?-

-el Mario Castro-

-pero cheeee, no te reconocí con esa barba-

Ahí nomás se subió… a dos cientos metros me esperaba Malena, y partí con las dos. El reclamo no se hizo esperar…

-estás perdido, hace mucho que no vas por el negocio-

-¿y vos vas todos los días?- le pregunté

-todos los días no, pero voy, me hace bien, y ahora me toca abrir-

A mitad de camino se bajó Malena, y seguí rumbo con ella hacia ese mágico lugar de la avenida San Martín. Ahí se fotografiaron muchos artistas de renombre que nos visitaron, personajes de nuestro pueblo, las reinas y sus esperanzas, los padres con sus hijos, los noviecitos de manos sudadas y se guarda un gran archivo, en fotos, de nuestro pasado histórico.

¡Llegamos!

-bajate y tomate unos mates-

En la puerta la esperaba una clienta, la saludó con el tono amable de siempre, la hizo pasar, nos hizo pasar, y de inmediato me pidió colaboración.

-ayudame a sacar la cámara vos que llegás-

Lo hice y mientras ella le ponía el lente yo puse el agua para los mates, lo preparé y cuando en eso estaba, me llamó…

-¡Mario vení, subime el telón verde y correme este aparato!-

Ahí estaba yo ayudando a la gran Felisa Vega a tomar una de sus deliciosas imágenes fotográficas. Me quedé embelesado viendo, por un instante, cómo sigue trabajando con habilidad.

Abandoné pronto ese mágico lugar con la intención de no interrumpir la comunión que se da entre la fotógrafa y la fotografiada, y me fui del otro lado a seguir con el mate. Cuando me lo permitieron, la asistí a ella y su modelo con unos verdes que me los felicitaron por su buen sabor.

Cuando me lo pidió subí nuevamente el telón verde, no podía creer que yo fuera su ayudante. Mientras vivía esa tremenda experiencia llegó su hijo Ricardo, nos dimos un abrazo, hacía tiempo que no nos veíamos.

-¿cuántos años tiene la vieja?- le pregunté

-este año cumple los ochenta y ocho- me respondió

Saludé a todo el mundo y me marché, por un rato había sido ayudante de la gran Felisa Vega…

¡Qué orgullo por favor!

Por Mario Castro


Noticia Anterior Noticia Siguiente
La Ventana San Rafael | Últimas Noticias de San Rafael, Mendoza, Argentina y el Mundo.