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Padre Edgardo Catena: el amor a Dios de la mano del amor a la música

Descubre la inspiradora historia del padre Edgardo Catena, sacerdote y músico reconocido en San Rafael.



Oriundo de Paraná, Entre Ríos, el padre Edgardo Catena (56), vive en San Rafael desde hace muchos años, donde es párroco de la parroquia San Maximiliano Kolbe, y además es un reconocido músico que dirige el coro Santa Cecilia y el coro Universidad de Mendoza (sede San Rafael).

¿Cómo llegó a San Rafael?

Vine a los 19 años en el año 87, para comenzar el seminario; tuve siete años de formación en el seminario y me ordené de sacerdote en el 93. Estuve siete años en Roma, Italia, estudiando, y en el 2000 volví a San Rafael y desde entonces estoy aquí.

¿Por qué el sacerdocio?

La vocación es algo misterioso incluso para nosotros, pero yo creo que hay una elección de parte de Dios, o sea, como dice el Evangelio “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto”. Yo creo que uno lo va descubriendo cada vez más, es un llamado de Dios para una tarea específica y muy especial como es el sacerdocio. Lógicamente que eso implica una respuesta de nuestra parte, no es que la libertad queda anulada, ya que también uno puede decir que no, pero sin esa iniciativa divina sería superfluo hablar de “vocación sacerdotal”. Creo que hay un llamado al que uno responde y se concreta.


¿Usted proviene de una familia religiosa?

En el núcleo de mi familia no somos tantos, pero por parte de mi padre vengo de una familia bastante numerosa porque mi abuelo paterno que era italiano, vino a los 18 años a Argentina. Era hijo único, pero se casó con mi abuela que –como solía ser en esa época– era muy joven, y tuvo 12 hijos, o sea que tengo una familia bastante grande. Por parte de mi madre eran cinco hermanos ellos, y hay primos tíos, y en general con un espíritu de fe. Si bien me bautizaron e hice el camino de los Sacramentos (Comunión, Confirmación), pero no es que ellos me inculcaron eso. Mis padres me dieron buena ejemplo, de una vida recta, de trabajo y demás, pero no es que por ellos me vino algo. Me vino porque Dios lo quiso, siendo bastante joven. Un compañero del colegio secundario tuvo también que ver, porque yo había empezado la escuela ENET en Paraná, que era un colegio muy nuevo, y este muchacho que iba a grupos Scout de la parroquia a la que después fui yo, me invitó y fui. Habré tenido 16 años.

Entré a la Acción Católica de esa época, entré al grupo juvenil y estuve haciendo distintas experiencias o viviendo esa vida parroquial, una vida muy linda. Era una parroquia que tenía mucha vida en cuanto a grupos juveniles. Éramos unos 100 jóvenes con vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y entre ellos estuve yo.

Aquel compañero de la secundaria también entró al seminario, vinimos juntos, él se ordenó y es el padre Luis Fornero. Él pertenece al clero diocesano, mientras que yo soy del Instituto del Verbo Encarnado. Él está trabajando en la diócesis de Mercedes, Luján, y cada tanto nos vemos, hay un buen trato aunque cada uno siguió su camino.

¿Y el vínculo con la música cómo apareció?

Así sí diría que influyó la familia. Mi abuelo vino a los 18 años pero –como pasaba en esa época– venía con dos profesiones y con mucho conocimiento. Ya era un músico formado y de hecho, fue uno de los miembros fundadores de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, instrumentista de metales, el trombón era su instrumento; después fue director de la Banda de la Policía de la Provincia de Entre Ríos. Aparte era zapatero (pero de la época en la que los zapatos se hacían a mano).

Además tengo dos tíos (hermanos de mi padre) que son músicos, mi papá que vive en Paraná también es músico y su instrumento es la trompeta, y trabajó en la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, en bandas y demás.


Estando en Italia tuve la posibilidad de ir a donde había nacido mi abuelo, conocí parientes, e incluso me regalaron un libro donde estaba la historia de las bandas musicales, y ahí encontré varios parientes que, según referencias que pude leer, eran muy buenos músicos. Incluso recuerdo un Catena al que habían invitado a ir a Estados Unidos, pero nunca quiso.

Pero mi papá no me obligó a nada, como en toda familia se compartían cosas, y él nos hacía escuchar música.

Después con la práctica de la fe, me vino el amor por la música clásica o más elaborada, e incluso después la música sacra. Eso sí creo que se fue manifestando de a poco, pero viene de mi familia.

¿Qué instrumentos toca?

Piano; estoy haciendo un aprendizaje de violoncelo; cuando era seminarista toqué algo de flauta dulce y flauta traversa, pero quedó en el camino; y un poco de guitarra, pero más que nada como hobby, para acompañar ya que me gusta cantar folclore y algunas cosas más. Diría que el piano y el órgano son los instrumentos a los que les tengo que dedicar más tiempo, porque me sirven para la especialidad que tengo, que es la Dirección Coral. Cuando estudié en Roma, había varias especialidades para hacer, y la elegí porque me parecía la más provechosa para nuestro instituto religioso a la Dirección Coral. También porque implicaba algo de trabajo compositivo (que me interesa), y es una carrera intermedia, ya que la carrera de composición es muy interesante pero muy larga.

Lógicamente los instrumentos me sirven para eso, y de hecho, allí te piden cierto nivel de piano sobre todo porque es muy útil a la hora de componer, de arreglar, de acompañar en la liturgia. Uno sigue trabajando y de hecho, estoy dirigiendo dos coros en este momento, aunque la vida va limitando un poco porque uno tiene otro tipo de obligaciones también, ya que soy párroco en la iglesia San Maximiliano Kolbe, lo que es propio de mi condición de sacerdote y que es un trabajo muy hermoso también.

¿Algún músico que admire o que sea su favorito?

Bueno, es difícil. Por la música a la que me dedico, la de Mozart es única en ciertos sentidos, pero lógicamente Bach, la música lírica, y sobre todo la música sacra, con el que es considerado “el príncipe” de la música sacra, Palestrina; pero hay amor al canto gregoriano. Creo que los grandes compositores de la historia han hecho una especie de tributo a la música sacra, y hay muchas obras de música sacra hechas por esos mismos músicos. Es difícil elegir uno.

Cuando era joven me deslumbré con la música barroca, pero con los años uno va ampliando el espectro y va viendo distintas riquezas en la evolución del arte musical, y aprovechándolas para el propio deleite estético y para el trabajo que hace también, ya que uno ama lo que hace e intenta reproducirlo cuando dirige un coro u organiza un concierto.

A propósito, también dentro de este camino cuando volví a San Rafael, me ha brindado bastantes posibilidades el instituto Doménico Zipoli, creado por el padre Rolando Santoiani en esta parroquia (San Maximiliano Kolbe), en el año 94. Yo me ordené en el 93, pero pude ver los últimos años antes de mi ordenación, el germen del instituto Zipoli en San Rafael, sobre todo con la profesora Inés Batura, Marcelo Ayub (que en esa época era muy joven), y vi y participé en conciertos que se hacían en la sala de la casa de Elena y Fausto Burgos.

Cuando volví de Italia en el 2000, funcionaba ya el instituto Zipoli, siempre a cargo de ese sacerdote al que trasladaron a Estados Unidos, y alguien se tenía que hacer cargo. Como yo venía de estudiar música comencé en el año 2003 aproximadamente a dirigir el instituto Zipoli. Es una historia muy linda de brindar propuestas, sobre todo a la ciudad de San Rafael.


¿Cómo llegó a la iglesia San Maximiliano?

Volví en el 2000; estuve varios años trabajando en nuestra casa de formación, en el seminario mayor ubicado en calle El Chañaral, también enseñando alguna materia, encargado de la música. Sigo adelante con eso, pero en 2016, se vio conveniente que me cambiaran de casa religiosa y que diera una mano acá en la parroquia, continuando con ese trabajo de la dirección del coro del seminario.

Más tarde, el anterior párroco se fue a Francia a trabajar, y yo ahí quedé de párroco y estoy desde hace unos cuatro años.

Si bien el padre Catena prefirió no adelantarse demasiado, no descarta que a lo largo del año haya muy buenos conciertos y presentaciones en los que le toque estar al frente, siempre en esa sana mezcla entre el amor a Dios y a la música.
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