Según el INDEC, en el tercer trimestre de 2022, la tasa de actividad –que mide la población económicamente activa ( población ocupada o desocupada que desea trabajar) sobre el total de la población en condiciones de trabajar (personas en condiciones de trabajar entre los 16 y los 64 años) – alcanzó el 47,6%; la tasa de empleo (TE) –que mide la proporción de personas ocupadas con relación la población en condiciones de trabajar– se ubicó en 44,2%; y la tasa de desocupación –personas que no tienen ocupación, están disponibles para trabajar y buscan empleo activamente, como proporción de la población económicamente activa– se ubicó en 7,1%.
Esto refleja que, menos de la mitad de la población que podría trabajar, posee un empleo formal y que más de 3 millones de personas que no tienen trabajo.
En el caos que es hoy nuestro país, con una inflación imparable, la deuda agobiante, las peleas políticas, el descontrol del dólar y un incremento permanente de la pobreza no es raro que la economía informal crezca, junto a la evasión, el empleo informal y la competencia desleal.
A la economía dañada por innumerable cantidad de factores, se suma el incremento de la economía en negro, que resta recursos a un estado enorme, deficitario, paternalista. Es decir, cada vez menos ciudadanos formales, aportan al sostenimiento de un 51,7% de los argentinos que recibe algún tipo de ayuda social.
Crece el empleo en negro algunos aprovechando la coyuntura y otros, obligados, porque no pueden enfrentar las obligaciones impositivas. Si lo vemos crudamente, tenemos entre 6 y 7 millones de personas con empleo en blanco y sueldos que no logran alcanzar la inflación, sobre un total 20 millones de personas que trabajan.
Las pymes se encuentran en serias dificultades para sostener su planta de empleados. Nadie quiere desprenderse de sus colaboradores que tanto cuesta capacitar y que son parte vital del quehacer diario. Pero, por otro lado, dada la legislación actual, los empresarios entienden que cuando están por contratar y toman a algún empleado quizá, en algún momento del camino, están tomando a un adversario que terminará en un juicio que va a perder y pondrá en riesgo, en muchas oportunidades, la continuidad de su empresa. Entonces el empresario que está desgastado y sin demasiados recursos, si necesita más apoyo, no lo hace (o lo hace en negro) y se está cerrando cada vez más.
Es lo que pasa cuando se pierde la confianza y es el motivo por el cual no recibimos capitales del exterior, tenemos leyes incumplibles, inestabilidad jurídica y faltan reglas de juego claras.
El país necesita un fuerte empuje hacia la educación y la cultura que son la base de un país que quiere ordenarse y abrirse al mundo. Todos tenemos que trabajar fuerte para ser mejores y perfeccionarnos para enfrentar lo que viene.
Lo hemos reclamado hasta el cansancio: necesitamos una conducción seria con un plan abarcativo de todos los problemas reales y que proyecte nuestro país a un futuro. En donde se plantee un proyecto que nos incluya a todos y que contemple desde la formación, indispensable para construir un futuro, hasta la generación de confianza en nuestros dirigentes, en nuestra moneda, en nosotros mismos como capaces de sacar el país adelante.
Sabemos también que, de votar un proyecto serio para este año electoral, como dice el consultor Roberto Cachanosky, recién en 5 o 6 años vamos a poder notar algún impacto en lo interno, pero vamos a necesitar de 10 o 15 años en recuperar la confianza y que el mundo nos vea como un país serio.
Creemos que el comercio exterior es una salida fundamental: contamos con base industrial y agrícola, recursos mineros y humano para brindar al mundo. Muchos empresarios que ya lo cuentan como actividad (contra viento y marea y coyuntura) y una historia que nos avalan. Hace falta incentivo, apoyo y permitir que el tipo de cambio favorezca a sectores que faciliten el ingreso de divisas, para poder potenciar el trabajo local.
También, podemos crecer en turismo, industria en la que tenemos potencial y algo de experiencia. Sabemos que muchos países europeos como Italia, España y Francia han hecho de esta “industria” su principal fuente de ingresos y con el impulso de la inversión en infraestructura, caminos y conectividad, podríamos reflotar nuestra imagen como punto de interés mundial.
Por supuesto que, para ambas actividades que citamos como ejemplo, necesitamos de seguridad jurídica, seguridad social, apoyo a través de la disponibilidad de créditos productivos.
Este año, tenemos una nueva oportunidad, los ciudadanos de elegir con responsabilidad y compromiso y apoyar un proyecto en serio, apostando al esfuerzo como simiente para el desarrollo. Necesitamos propuestas claras y creativas superadoras de esta calamitosa realidad.
Los dirigentes, por su parte, tendrán la posibilidad de demostrar que son capaces, que se interesan por el país y que pueden diseñar un plan económico integral, recibiendo aportes, acordando con las partes involucradas para ordenarnos y volver a crecer.
Daniel Ariosto
Presidente de UCIM