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Sin derechos no hay cuarentena posible

Sin derechos no hay cuarentena posible





A pesar de que a Cristina y a su séquito más fanático les pese, la Argentina es una democracia republicana. Así quedó establecido en nuestra Constitución Nacional desde 1853 hasta la fecha. Esta caracterización no sólo se sustenta con la fuerza de la legalidad y legitimidad, sino también de la tradición y la estabilidad que logramos darle a este sistema desde 1983 a la fecha.


La democracia no es sólo un capricho de clases medias: su función práctica es justamente evitar los abusos que la estrella rutilante del elenco de gobernadores peronistas comete sistemáticamente desde hace décadas en Formosa. Ungido por otro ungido, es decir, reprobado por protocolo, Insfrán fue definido como el mejor gobernador por nuestro actual presidente.

La chicana fácil sería preguntarnos si el Fernández que hoy le pone la insignia al dictador del norte, se la hubiera puesto antes de ser presidente cuando tenía capacidad de pensamiento y opinión propia (autonomía le decían allá por los albores de la modernidad filósofos como Kant).

Pero lo grave no son las pieles que la serpiente deja en el desierto, sino el veneno que siempre porta en sus afilados colmillos. La capacidad infinita del Presidente para mutar de una posición política a otra (incluso en el mismo día), sería probablemente un tema interesante para un congreso de psicólogos convocados para definir la esquizofrenia política, pero en nuestro caso, nos preocupa que su labilidad haya llegado al límite de atentar contra la vida y las condiciones de dignidad de nuestros compatriotas formoseños.

Algún distraído podría acotar diciendo que Formosa es problema de los formoseños, pero se equivocaría tanto como el límite de sus propias capacidades se lo permite: Formosa es problema de todos. En primera instancia por un principio general de democracia y federalismo (son indisolubles), y en segundo término por una cuestión tremendamente práctica: la Formosa de Insfrán no es la única que “es” ni tampoco la única que pretende “serlo”. ¿Qué quiere decir esto?

Que lo que sucede en la Venezuela peronista que Gildo supo construir tras 25 años de violar las instituciones, los derechos y todos los principios más elementales que las democracias occidentales han construido y consolidado en los últimos dos siglos, no solamente sucede allí, y, además, puede también suceder en otras provincias o extenderse como un cáncer totalitario por toda la República.

Ya sabemos muy bien en estas primeras décadas del siglo XXI que las democracias ahora mueren desde adentro, agredidas y deterioradas hasta su aniquilación por populismos extremos que se imponen al inicio electoralmente, para luego ir asfixiando la democracia como lógica política primero y finalmente rematarla como lógica social y cultural.

El peronismo duro nunca creyó en la democracia como condición del sistema político argentino, siempre entendió que la finalidad propia de su organización política reemplazaba incluso a las finalidades de la nación como cultura y del Estado como expresión de la patria.

Por eso hicieron la reforma constitucional del 49, que fue un intento de legalizar el autoritarismo y la arbitrariedad. El kirchnerismo es hijo putativo de esa forma de pensar y de cierta forma (en extremo particular y tendenciosa) de entender las rebeldías de finales de los años 60’ y de la década del 70’. Ambas matrices, la peronista original y la kirchnerista como forma evolucionada, descreen del liberalismo y de la democracia como formas y estilos de vida.

Del setentismo, la vanguardia kirchnerista, la Cámpora, heredó un marxismo trasnochado de bar estudiantil que piensa que un país puede ser dirigido desde una estrategia bifronte: discurso anti capitalista y organización. Aclaremos que discurso se refiere a mucho más que el plano enunciativo: incluye cultura, instituciones, prácticas, etc. A esa cosmovisión refritada, le agregaron el único concepto político real del nestorismo: la caja. Así quedó construido el tridente de la militancia K: anti capitalismo, organización y caja. No hay otra cosa ni ningún otro interés en su horizonte. Y, claro, el proyecto de país: ¡te lo debo!

Desde luego, Insfrán es un todo terreno político, está adaptado para hacer tracción en cualquier suelo que el sistema de poder le ofrezca. Pero el desarrollo anterior apunta a denunciar que el problema no es tan simple como decir “caudillo del norte”. Detrás de eso hay una visión en contra del sistema institucional que cree justamente lo que dijo el senador nacional por Formosa, José Mayans: “en pandemia no hay derechos”. Lo que importa no es la excusa sino el hilo conductor.

También lo vimos con la visita guionada que hizo a la provincia norteña el Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti cuando expresó que “no existen violaciones sistemáticas a los derechos humanos en Formosa”, afirmando descaradamente que “hay intencionalidad política” en las denuncias realizadas por tantísimos formoseños.

La visita de Pietragalla no fue más que una recorrida por escenarios pre armados por el gildismo para aparentar una realidad que no es, ocultando el nefasto acompañamiento que les dan a los ciudadanos desde hace más de 25 años y que desde marzo del año pasado reafirman impunemente.

Desde Amnistía Internacional hasta referentes de los derechos humanos como Graciela Fernández Meijide pidieron en los últimos días al gobierno nacional que se condenen las violaciones a los derechos humanos. Pero los Fernández que dirigen a la Nación, no hacen más que negar y mandar a cuidar a sus cuasi dictadores.

“No hay democracia en Formosa porque no hay convicción democrática nacional. Formosa es un centro de aislamiento en sí mismo”, manifestó Miguel Wiñazki en una columna publicada en Clarín y no podemos más que decir que dio en la tecla.

Nosotros proclamamos, ejercemos y reclamamos el derecho a tener derechos de todos los argentinos. Ninguna cuarentena puede fungir como excusa para atropellar los derechos de ningún argentino en ninguna parte del territorio nacional.

Celeste Ruiz Díaz y Gabriela Neme, las concejalas detenidas por mostrar los sucesos, son dos nombres que habrá que esculpir en nuestra memoria con el cincel de la democracia. Su lucha es la de todos y no hay que mirar para otro lado. Recordemos que Venezuela empezó por Caracas, recordemos que todo régimen comienza conquistando para la lógica totalitaria una porción de territorio y luego otra, otra y otra más. Ningún desastre se construye sin un comienzo, por eso necesitamos que la reacción democrática sea contundente y sin ambages.

La cuarentena no es una decisión de índole sanitaria, la parte biológica de la tragedia que hoy vivimos la aporta la pandemia. La cuarentena es cómo políticamente gestionamos ese problema que se origina desde el mundo biológico que nos rodea. Por lo tanto, lo de Formosa es una decisión eminentemente política, y la no decisión del gobierno lo es aún más todavía.

No reclamamos menos cuarentena, lo que pedimos es una gestión democrática y transparente que además de cuidar la vida, nos garantice los mismos derechos y libertades que poseíamos antes del COVID-19. Que un virus respiratorio no sea la excusa para expandir otro virus: uno antidemocrático.

Por María José Sanz






 

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