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Mario Vela: 80 años y una vida en la mecánica

Mario Vela: 80 años y una vida en la mecánica






Hay personas que deberían ser ejemplo para la sociedad, y es que sin importar la edad ven en el trabajo una manera de despejar la mente, de seguir creciendo, de llegar más alto o más lejos. Tal es el caso del señor Mario Vela, quien con 80 años sigue al frente de su taller mecánico, en un oficio del que se enamoró hace más de medio siglo.


Mario Vela es un hombre que si bien acepta el cansancio, no se resigna a dejar de lidiar entre “los fierros” porque ama la mecánica, es un estilo de vida que lo hace seguir de pie junto a sus seres queridos. A lo largo del tiempo, ha logrado ocupar un lugar de privilegio entre los mecánicos “de confianza” de San Rafael, que lo toman como un verdadero ejemplo a seguir.
¿Cómo llegó a este mundo de la mecánica?

Fue hace más de 50 años; fue porque siempre me tiraron “lo fierros”, las ganas de tener autitos, trabajar con cuatro ruedas.



¿Quién fue su maestro, cómo comenzó su formación en el oficio?
La primera vez que trabajé en mecánica, fue en una fábrica alimenticia, una fábrica de conservas que tenía talleres. Entré como ayudante.

¿Se acuerda cuál fue el primer vehículo sobre el que trabajó?

Sí, un Chevrolet 46; 47; había camiones; Ford 46; Jeep; montacargas… En ese momento era ayudante y fui creciendo en el oficio. Estuve alrededor de 15 años ahí trabajando y de allí pasé a la agencia Peugeot, donde estuve más o menos 10 años. Como tenía experiencia en Peugeot, en 1970 me mandaron a General Alvear a hacerme cargo de una concesionaria que tenían ellos allá, como “encargado de taller”. Estuve tres años en Alvear y volví.



Con el tiempo me independicé, y con un muchacho que trabajaba conmigo, Juan Antonio Pérez, alquilamos un taller y nos pusimos por cuenta propia. Nos fue bien, hicimos mucha clientela, compramos un terreno, hicimos el galpón gracias a un crédito que nos dio el Banco Nación. El banco no daba créditos, pero habían salido cuatro créditos de casualidad y el contador que teníamos nosotros nos asesoró y lo tomamos. Fue un crédito que lo pagábamos de a poco porque tenía muchos intereses. Hicimos el galpón y estuvimos muchos años juntos. Habíamos tenido la oportunidad de alquilar un campo y de tener animales, e hicimos algo de plata. Nos separamos, él se quedó con los animales y yo le compré su parte del taller y seguí solo hasta la actualidad, en que tengo un poco de ganas de alquilarlo porque estoy algo cansado.

Es que se trata de un trabajo cansador.

Sí, cansa; además, con las nuevas tecnologías uno se queda un poco atrás; los coches que salen nuevos me cuestan, tengo que pedir ayuda o movilizarme hacia otro lugar para que testeen y se me complica.

Tiene ayudantes, ¿no?
Sí, tengo dos muchachos. Uno de ellos está desde que yo trabajaba con mi socio, y hay un ayudante que está desde hace poco. Son ellos los que llevan el taller, yo los dirijo, compro repuestos, hago presupuestos, miro los trabajos –por supuesto– pero para trabajar estoy algo cansado, no me da el físico.







Pero puede mostrarse como una persona que a pesar de la 
edad, sigue trabajando.

Me jubilé a los 65 y seguí parejo hasta ahora. Pasa que para alquilarlo, tengo que vaciarlo pero tengo muchas cosas, herramientas, repuestos usados y nuevos muy buenos.

¿Es un ambiente en el que ha generado amistades?


Sí, muchas amistades, mucha gente me conoce en San Rafael por intermedio del taller. Somos de los mecánicos viejos que vamos quedando. Formo parte de una sociedad de talleres en que nos juntamos varios colegas para ver el tema de cuánto cobrar por los trabajos, además de hacer algunos cursos que mandan desde la Unión Talleres Mecánicos y Anexos (UTMA) de Mendoza.

Actualmente, ¿con qué vehículos trabaja?

Trabajamos varias marcas: Chevrolet, algún Ford, también algunos importados (aunque no muy nuevos) y algunos Peugeot (de modelos viejos, que era los que más conocíamos). Tengo clientes que siguieron toda la vida, con modelos como el 504, 405.

¿Cómo se compone su familia?


Mi matrimonio y tengo tres hijas. Ellas no quieren que trabaje más (risas), pero a mí me dan ganas de seguir. A ver, hay días en que no quisiera levantarme, pero una vez que me levanté el asunto cambia.






La mecánica es una pasión para usted, ¿no?

Sí, es sin dudas una pasión. Hay domingos en que me doy una vueltita por el taller porque “me tira”. Voy, miro las luces, o lo que sea aunque no haga falta. Mi instinto es darme una vuelta por el taller.

Los fierros siempre fueron una pasión, en todo sentido.

Luego de esta entrevista, Mario deja la edad de lado y sin dudarlo continúa trabajando, porque el del trabajo es un mundo que no desea dejar, ya que probablemente sea siempre esa su manera de ver la vida y porque encontró en la mecánica hace más de medio siglo, una manera de vivirla.



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