Mientras habla de progreso, Cornejo impulsa cambios en la ley de aguas para habilitar la minería extractiva, en detrimento de la vitivinicultura y los recursos naturales de Mendoza.
Durante su discurso en la apertura del 185° Período Ordinario de Sesiones Legislativas, el gobernador Alfredo Cornejo sostuvo una piedra de cobre y una botella de vino como símbolos de lo que definió como los motores productivos del futuro mendocino. Sin embargo, el mensaje oculto detrás del gesto fue mucho más profundo y polémico.
Cornejo habló de minería como el "motor del progreso", defendiendo el impulso a la explotación del cobre bajo un supuesto modelo que "respeta el agua, el ambiente y a las futuras generaciones". Pero para habilitar ese modelo, el gobernador ya adelantó su intención de modificar la ley de aguas, proponiendo un nuevo Código de Aguas que permitiría —en los hechos— viabilizar la minería a gran escala.
Lo paradójico es que esa actividad, altamente demandante de agua, se presenta como compatible con la vitivinicultura, cuando en realidad los propios actores del sector vitivinícola denuncian el abandono, la falta de políticas públicas y la caída en la rentabilidad. Una industria que históricamente ha dado identidad, trabajo y desarrollo a Mendoza, hoy se ve desfinanciada, mientras el Gobierno apuesta todo al modelo extractivista.
Lo que no dijo Cornejo es que la minería del cobre, tal como se está planteando, no generará beneficios reales para Mendoza en su conjunto. Por el contrario, las ganancias quedarán en manos de grandes grupos empresarios, muchos de ellos vinculados al entorno político que hoy gobierna la provincia. La experiencia de otras provincias y países muestra que este tipo de explotaciones suelen dejar pasivos ambientales, crisis hídricas y pobreza estructural.
El gesto de la piedra y el vino fue cuidadosamente calculado. Pero más allá del simbolismo, lo que expuso fue un modelo de desarrollo excluyente, pensado para pocos y con enormes riesgos para las mayorías.