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Samuel tiene 19 años y busca a sus hermanos con quienes perdió contacto hace más de una década





Hace más de diez años, los chicos fueron dados a una familia cuidadora y Samuel perdió el contacto.



Samuel Castro tiene 19 años y desde que tiene uso de razón vive en hogares para niños y adolescentes. Su única esperanza es encontrar a sus tres hermanos, con quienes perdió contacto hace más de una década cuando quedaron a cargo de una familia cuidadora.

Sus nombres los lleva tatuados en uno de sus brazos, los dibuja en sus tareas escolares y están escritos en grande en un cartel en su habitación donde exhibe sus bienes más preciados. Intenta, con estas acciones, no perderlos, aunque sus recuerdos de la infancia se desvanecen.

Sentado en el comedor del hogar asistido Solar del Ser, ubicado en Luján de Cuyo, donde reside desde hace un año, Samuel insiste en traer a su memoria el momento en que se produjo el quiebre en la relación, pero como sucede con muchos chicos institucionalizados, la noción del espacio no es clara.




Y si bien no tiene presente cuántos años tenía él o los pequeños cuando dejó de verlos, sí mantiene intacto el dolor y la sensación de desapego. Sabe que dos niñas y un niño, que quizás mantengan su mismo apellido, están en alguna parte de la provincia o del mundo, también, tratando saber de él.

“Tengo tres hermanos: Fernanda, Gabriela y J. (se reserva el nombre por tratarse posiblemente de un menor de edad)”, dijo el joven nacido 21 de febrero de 2003 y, según información a la que accedió El Sol, desde el 2009 quedó al resguardo del Gobierno, al igual que el resto de los chicos que, más tarde, fueron dados a una familia cuidadora, aunque estaban en condiciones de ser adoptados.

Por el abandono familiar, hasta la fecha el adolescente ha estado en diferentes espacios de la Dirección de Promoción y Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (ex Dinaf): en zona Este, Los Carrizales, Microhospital, hogar 9 y 15.

En San Martín habrían permanecido los cuatro juntos, hasta que las dos niñas, mayores que él, y el más pequeño, fueron dados a una familia de tránsito en ese mismo departamento.

“No recuerdo cuántos años tienen porque no los veo desde que estaba en el hogar de San Martín. Se fueron con una familia cuidadora. Primero se llevaron a las mujeres y yo me quedé con mi hermano. Luego, dijeron ‘vamos buscar otro’, entonces se llevaron a J. y me quedé solo”, dijo.

Lo poco que tiene presente Samuel es que al comienzo lo iban a visitar y lo sacaron de paseo una vez hasta que perdió abruptamente el lazo. Incluso, tenía fotos con ellos, pero se extraviaron en algunas de las tantas mudanzas que tuvo.

De hecho, también había quedado registrado un teléfono, pero tampoco se logró localizarlos a través de ese contacto.




En busca de una esperanza

Laura Tabbia, al frente de Solar del Ser, es una de las personas que está ayudando al joven a recuperar sus vínculos y a tomar las riendas de su vida, ya que, además, está aprendiendo a leer y a escribir.

En este sentido, la docente y futura psicóloga social, habló de la desidia a la que han sido sometidos chicos como Samuel. Detalló, a modo de ejemplo, que no le habían enseñado los días de la semana y que, por eso, muchas veces no sabe dar precisiones sobre algunos aspectos relacionados con el tiempo en que ocurrieron los hechos que marcaron su historia.

“Lo único que recuerdo es cuando nos separaron. Estábamos todos juntos en la misma habitación”, explicó el chico. Y agregó: “Tenía un teléfono fijo y hablaba con ellos, pero cuando me trajeron para acá (Gran Mendoza) no volví a hablar más… estoy hablando de hace muchos años.

Junto a su marido, el médico a cargo del hogar que alberga a personas con problemas de salud mental y adicciones, Laura no se da por vencida y está tratando de hilar la historia del joven a través de sus recuerdos, del relato de trabajadores de otros establecimientos e indagando en la Justicia.

“Le pedimos que tenga paciencia porque de alguna manera lo vamos a encontrar. O, en algún momento, los hermanos lo van a buscar a él”, confió Laura.




Y sumó: “Samuel es muy querible y en el otro hogar había un ingeniero que lo quería mucho y nos vino a hablar para ver si podía trabajar en una hormigonera. Iba de 8 a 13, en blanco, con todos los papeles y se compró un montón de ropa. Y si bien dejó de trabajar porque era muy pesado para él, sigue yendo a la escuela”.

El joven es el más “coqueto” de la casa. Invirtió sus ahorros, entre otras cosas, en la tintura de su cabello y en una afeitadora para mantener el look intacto. Lleva tatuajes y luce orgullo el de sus tres hermanos.

“De vez en cuando me agarra...me pongo a llorar. Los extraño mucho”, concluyó Samuel, quien desea volver a recuperar el vínculo con su única familia.

Fuente: El Sol



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