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Cientos de miles de personas corriendo detrás de un sueldo digno




Rabia, impotencia, dolor, una mezcla de todo junto puede causar el hecho de que en muy pocas horas colapsara totalmente la página web dispuesta por el economista y diputado nacional por La Libertad Avanza Javier Milei, quien –como prometió en campaña– sorteará su dieta. La inmensa mayoría de los inscriptos no lo hicieron por codicia, para ir al casino o para cambiar el auto, sino por necesidades básicas impagables.



Independientemente de la ideología que tengan las personas, de la opinión que les merezca tal o cual legislador (en este caso, Milei), como era de esperarse, a la hora de inscribirse en el sorteo nadie le observó el peinado, su voz, su manera de hablar o de pensar. El diputado liberal Javier Milei sorteará su sueldo pues como ha dicho muchas veces, detesta la fortuna que la política se lleva (de manera legal e ilegal) en este tercer mundo al que nos enfrentamos todos los días.

En Argentina, un diputado puede cobrar hasta tres veces más de lo que percibe un asalariado registrado del sector privado. En el caso de un jubilado que cobra la mínima, la diferencia es mucho mayor. Al mismo tiempo, medida en dólares estadounidenses, la remuneración bruta de los diputados argentinos es la más baja de Sudamérica (imaginemos entonces, si se comparan los salarios de ciudadanos comunes de los diversos países). En resumidas cuentas, quien “gane” el preciadísimo premio que entregará el economista, asciende a 205.596 pesos.

La falta de trabajo y todo lo que se desprende de eso (y que no tiene mucho sentido enumerar), llevaron a cientos de miles de personas a inscribirse en pocas horas en un sorteo, llegando –literalmente– a colapsar la página web que pedía nombre, apellido, DNI, un número de teléfono y una dirección de e-mail. Pero más allá del que sufrió el sitio, la situación demuestra que el colapso real está en la economía de un país.

Hace décadas que las cámaras de diputados, las de senadores, los concejos deliberantes y muchos otros recintos con figuras políticas dejaron de ser “honorables”. Es que esa palabra deriva de “ad honorem”, pues originalmente se prestaba un servicio a la patria y debía ser sin remuneración. Ojalá la actitud de Milei sea copiada, demostraría que aún queda algo de “honor” en esos espacios, pero bastante antes, la pobreza debería dejar de ser una realidad que provoque desmanes por un sueldo.

Por: Max Belaeff



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