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“Estamos tan divididos que no sabemos sumar”

“Estamos tan divididos que no sabemos sumar”




Probablemente este texto que escribí termine siendo una pérdida de tiempo al pensarlo yo, y al leerlo usted.
Pero intuyo que alguno quedará reflexionando y sabiamente sabrá criticarlo y hallar lo infundado de semejante osadía.


Sólo el tiempo dirá, finalmente, si estamos en una de esas etapas bisagra en la historia de la humanidad. Seguramente, será un momento que las distintas culturas y reacciones ubicarán en el anaquel más adecuado a sus pensamientos y actitudes.

Pero no puedo imaginar ser tan abarcativo, así que me reduciré a convidar a esos personajes más cercanos que conocemos todos y que son nuestros dirigentes, los locales, los más a mano.

En las redes sociales los hemos visto escribiendo desde pensamientos superfluos a diatribas plagadas de resquemor.

En los medios tratan de decir lo que lleve agua a su molino, caiga bien en sus jefes o esperen sea bien receptado por el público al que suelen dirigirse con el entusiasmo propio de los que se entienden intérpretes de la sabiduría popular.

Últimamente, estoy cayendo en el pozo donde habitan los que se han cansado de oír imbecilidades, a veces propinadas por uno mismo. Entonces, una depresión propia de la auto revelación puede dejarnos en la convicción de que también formamos parte de aquello que cuestionamos: el microclima de los que solo gustan oírse.

En consecuencia, quizá lo que ustedes lean a continuación no sea más que lo que yo tengo ganas de escribirme.

Aun corriendo ese riesgo, continúo.

El mensaje que con cierto atrevimiento quiero dejarles a nuestros dirigentes quizá pueda servirse de un acerbo popular que se sintetiza en esta frase: déjense de joder.

A ver: ¿Cómo es esto de tirarse mutuamente por la cabeza los muertos, los pastores, las enfermeras, los contagiados, los testeos, y todo cuanto esté relacionado a la pandemia?

¿En serio creerán que acusar al contrincante político de la realidad que se vive les sumará votos? La pandemia existe en todo el mundo y no es comparando números como van a sacar lo mejor de ustedes, muchachos.

Que si cerraste antes, que si abriste primero, que si flexiblizaste apurado, que si te mantuviste muy duro, etc., etc.

¿Qué me importa si hay más casos en el Gran Mendoza o si explotó muy mal el sur? Lo que realmente me importaría es ver que se ponen todos la camiseta.

Pero no la de Cambiemos, la del Frente Para La Victoria, la de la Provincia, la del Municipio. La del norte, la del sur. No.

Seamos humanos un ratito. Démonos el permiso de creer que esa maldita grieta está exacerbada por nuestras vísceras, y empecemos a cauterizarla con nuestra razón. Tal vez nos sirva para compartir el café algún día con quien fue nuestro amigo. Tal vez permita ir a la casa de mi hermano de nuevo a comerme un asado sin pelear en la mesa.

El problema es que no estamos pensando las cosas sino con el pre posicionamiento político delante. Y si el Covid 19 es un ejemplo de ello, basta con repasar que en el AMBA tienen que convivir dos gestiones opuestas como la de Kiciloff y la de Rodríguez Larreta, donde se pelean al pedo más los de abajo que los de arriba.

Y si te tiraban los de Cambiemos el ejemplo de Jujuy, se tuvieron que tragar el sapo de volver a fase 1. Y si los peronistas sanjuaninos gozaban su vuelta a clases, se tuvieron que comer el garrón de cerrar de nuevo las escuelas. Pero ojo, que los Morales y los Uñac somos todos.

Estamos tan divididos que no sabemos sumar. No sumamos gestos de buena voluntad ni creamos el ámbito propicio para saltar este instante aterrador que nos trajo el virus. Por el contrario, minamos constantemente el terreno con banalidades, miedos, falsas consignas, maquiavélicas acusaciones y perversas esperanzas. Porque hay que decirlo: más de uno está esperando que al otro le caigan más muertos en su patio.

¿Creerán que tendrán más votos si su cementerio tiene menos tumbas? Una sola vida basta para saber que esto es una tragedia.

Pero claro, ni el dirigente ni los periodistas entendemos que detrás de cada número de fallecidos se van historias preciosas que merecían otro fin.

¿Acaso sabe alguno de nosotros lo que es que te encierren, te desconecten de todos y te dejen solo, acostado en una cama mirando un techo blanco quizá como último cuadro insípido para tus ojos llorosos antes de morir?

¿De verdad no les importa la experiencia que miles de personas jamás imaginaron y hoy los aqueja en esa incertidumbre sobre lo más temido?

Cada centro de salud, cada clínica, cada hospital que los recibe, son frías estructuras donde los únicos que ponen amor son unos enfermeros y unos médicos... que encima son los que realmente están expuestos en estas guerra.

Las balas no llegan a las bancas de la legislatura, las esquirlas pasan lejos de los despachos de los funcionarios. Los muertos son de otros, las penas son ajenas.

Pónganse la camiseta. La que tiene un corazón grande en el medio, la que nos retorna a la idea de humanidad y a la pretensión de hermanos.

Nacimos en la misma tierra, jugamos en las mismas plazas, bebimos del mismo río, miramos las mismas montañas. ¿Qué nos separó así?

No salgamos con eso de las ideologías o de que yo pienso mejor o que tengo más valores... todos son sabios en su propia prudencia.

El ombligo del mundo es el prójimo. No, yo.

Sé que no son el mejor ejemplo, y estoy convencido que yo soy el peor. Dicen una cosa, y hacen otra. Piden respeto a las normas que ustedes crean, y ustedes son los primeros en violarlas. Se sientan en cargos que les quedan grande, y esperan que los obedezcan.

Nosotros desde el teclado, el micrófono y las cámaras, nos subimos al pedestal soberbio e inquisidor y escrachamos porque nos hace ver distintos.

Ni el pueblo es tan malo ni ustedes tan buenos ni nosotros tan sabios.

Cada uno que dice una frase que hiere al otro, desnuda en sus labios su mediocridad.

Entonces, seamos un poquito más sanos. Porque ya bastante con la enfermedad que nos ha dañado el cuerpo, nos ha quitado familia y amigos, nos ha dejado vacíos, lastimados. Y no hablo del covid 19, sino de la grieta que en pandemia hemos profundizado.

Por Cristian Pérez Barceló
CURIOSOS DEL PODER


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