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Comparan al gobierno con un capítulo de los Simpson: "El nuevo relato del gobierno nacional"

En un capítulo de Los Simpson, Lisa es la flamante presidente de EEUU y debe aumentar los impuestos ni bien asume. Ante la impopularidad de la norma, a un asesor (Milhouse) se le ocurre llamarlo “Ajuste temporal reembolsable” y así lo anuncia en cadena televisiva ante la aprobación de los ciudadanos que la están viendo y reaccionan con candidez, ante el nombre ampuloso y amable de la medida.


Ni bien asume, el gobierno nacional anuncia la creación de nuevos impuestos y tasas, el aumento de los que ya existen y la suspensión de quitas que estaban vigentes, congelamiento de las jubilaciones y suspensión del reajuste de sus haberes. Todo esto, bajo el paraguas de una ley con nombre amable, con palabras importantes y que hasta genera un acrónimo que nos rememora a nuestra patria.

Si no fuera por el uso que durante 12 años hizo el kirchnerismo de la retórica, de la apropiación de términos, el invento de palabras y la apelación a supuestos fines superiores, diríamos que la actual administración tomó como propio el consejo de Milhouse.

La utilización de eufemismos creadores de un relato, acorde a las conveniencias del kirchnerismo, no fue sólo una costumbre sino todo un sistema pensado y diseñado para crear una realidad propia. Ya sea poniendo nombres grandilocuentes, formando acrónimos, usando términos del pasado más violento o hasta inventando palabras. Podríamos hacer un diccionario al respecto.

Claro está que los significantes y significados varían de acuerdo a qué gestión se refiera. Mientras el gobierno nacional define el ajuste que está haciendo como una cuestión de solidaridad e inclusión, en la gestión anterior hubiese sido impuestazo, ataque a la clase media, aumento desmedido de precios, cepo y el robo a nuestros viejos.

Pero, otra vez, la máquina de generar relatos lo hace y otra vez parece que muchos aceptan que se resignifiquen palabras que antes eran bastante claras para nosotros. Una palabra de las mayúsculas, como decía Galeano.

La solidaridad, es un valor que nace de la decisión personalísima de un individuo que determina de qué forma comparte, ayuda y vive la realidad del otro. No se puede ser solidario por obligación. Porque seamos claros: solidarios con lo de los otros, cualquiera puede ser.

Ordenar quitarle a un grupo de personas para dárselo al Estado, con la excusa o el motivo que se le ocurra al gobernante, es tan viejo como las primeras organizaciones protoestatales. A esto se dedicaba Zaqueo según la Biblia, los publicanos en el imperio romano, la talla en la Edad Media o el 28% del IVA de la NEP en la Unión Soviética. Siempre se llamaron y se llamarán impuestos. Si hasta Robin Hood, tenía como punto a los recaudadores de impuestos, no “los ricos” como suelen repetir algunos.

Acá y en el último rincón del mundo, los impuestos no son solidarios. Son lisa y llanamente, impuestos.

Las palabras pueden ser, para algunos, simplemente eso, palabras. Para otros, implica una serie de significados, significantes, emociones y hasta sensaciones. Para muchos, por suerte, refiere al compromiso y la certeza de mantener una promesa.

Lamentablemente desde un comienzo y muy rápido, nos enteramos que el Gobierno nacional carece de la última acepción y pretende que aceptemos mansamente, la imposición de un discurso en el que la solidaridad pasa a ser, de una de las virtudes fundamentales del ser humano a la expoliación y confiscación del esfuerzo de los únicos sectores que verdaderamente producen riqueza en nuestro país.

Andrés Lombardi
Presidente H. Cámara de Diputados
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