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Trabajan intensamente para recuperar adictos a las drogas en San Rafael

Frente al flagelo de la droga, el sacerdote Ramón Saso va ganando protagonismo social por su intenso trabajo con jóvenes que intentan salir de ella. Para eso, lidera las labores que se realizan en una casa terapéutica que está pronta a concretarse.


El padre Ramón Saso lidera en el sur de Mendoza el Grupo de Trabajo de Prevención en Adicciones (GTPA). A través de éste, lleva adelante desde hace más de dos años –por orden del obispo Eduardo María Taussig– la casa terapéutica Beato Ceferino Namuncurá, o como él y los demás prefieren llamarle cariñosamente, “La Ceferina”.

“Uno veía esta problemática cada vez más candente y sobre todo, la ausencia de la Iglesia Católica en este trabajo de adicciones, que es una aventura realmente”, dijo. “Lamentablemente, o gracias a Dios”, en su vida sacerdotal, el padre Saso siempre estuvo ligado a ese tema y fue así que, de a poco, creó GTPA. En agosto de 2015 comenzaron las reuniones con padres de jóvenes que habían caído en el mundo de las drogas, de las que surgieron las primeras tareas a llevar a cabo. Se trata de un grupo de voluntarios en el que todos los integrantes cumplen un rol. Los psicólogos Judith Bonino y Jorge Vergara se sumaron a la compleja tarea de recuperación de adictos.

“Esto es algo voluntario, no lo hacemos con fines de lucro, sino solamente por una cuestión de amor, de caridad y como una forma de consuelo a esta problemática”, resaltó.

Explicó que el 13 de mayo de 2016, comenzaron las reuniones que se concretan todos los viernes. Llevan a cabo sesiones de terapia grupal y convivencia, en las que entre otras cosas, meriendan y rezan. Participan chicos de ambos sexos de las más diversas edades. Lamentablemente algunos no son constantes y recaen en las adicciones. Saso reconoce que una de las debilidades que tienen los hogares como ese, es que al no haber posibilidad de internación, muchos jóvenes no regresan. A la falta de voluntad de los adictos, en algunos casos se suma la falta de acompañamiento de sus familias o el no-reconocimiento de la problemática. “Es necesario que la familia entienda lo que le ha pasado a ese chico, por eso es tan importante el trabajo con mamá, papá, con los esposos (en caso de que sean casados), con los amigos. Cuando los papás están detrás, ellos perseveran, hay una respuesta de parte de los chicos”, aseguró.

Hay un recurso fundamental que son los voluntarios (personas que salieron o que incluso nunca tuvieron problemas de adicciones), que participan desinteresadamente de las tareas necesarias para ayudar a quienes se encuentran en recuperación. Esto es muy importante porque se genera un vínculo que suple el que los adictos tienen con amigos que se drogan o incluso, con sus proveedores de estupefacientes.

El padre Saso agradeció la solidaridad de la comunidad sanrafaelina en general, ya que les han hecho aportes económicos que han servido para pagar deudas y comprar materiales. No obstante, aprovechó para solicitar sillas, mesas u otros muebles en buen estado, que puedan servir para trabajar con más comodidad.

“La Ceferina”


La casa terapéutica está en calle Ruiz Daudet esquina avenida El Libertador. Para estar habitable, requirió del esfuerzo colectivo de quienes la ocupan. Esto es porque estuvo abandonada diez años, en los que sufrió vandalismo y saqueos, hasta quedar apenas las paredes (de adobe) y los techos que se llovían. Se trabaja por estos días en el lugar, realizando todo tipo de tareas de albañilería, plomería y pintura con la intención de que en poco tiempo se transforme en un hogar de día.

Al momento de empezar las reuniones, la casa carecía de puertas, ventanas, baño o servicios. No tenían sillas, por lo que se sentaban en el suelo.

“La idea de la casa terapéutica es que sea un lugar donde tengamos distintas actividades. Para que un chico salga de su adicción a las drogas se necesita un trabajo complejo e integral, no es sólo la terapia psicológica, tampoco sólo la oración, es todo: la convivencia, el poder convivir, hablar y poder acercarse a Dios también, que es esa fuente de luz tan necesaria y que uno nota en ellos también”, señaló el sacerdote.

En 2018, cuando el lugar esté plenamente habitable se creará un esquema de horarios, ordenando lo religioso, lo terapéutico, con tareas de taller y trabajo.

Tienen la firme intención de que el Municipio la apruebe, para poder después gestionar fondos ante la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar), lo que permitiría a los profesionales de la salud trabajar directamente allí.


El padre Ramón Saso


Este sacerdote de 43 años, nació en la Villa 25 de Mayo, en el seno de una familia de muy bajos recursos económicos. Si bien sus padres eran católicos, no eran practicantes. Sin embargo, Ramón sintió –según relata– la necesidad de acercarse a Dios y fue así que, ante la especial sorpresa de su padre, decidió ingresar al seminario. “Siempre tuve una inquietud interior, que tal vez se acalló en la adolescencia. Pero después me di cuenta de que Dios me pedía otra cosa y comenzó la vida seminarista. A mi papá –que falleció hace 11 años– le costó más que a nadie, lloró mucho durante los primeros años, hasta que se convenció”, relató y destacó que originalmente, no era su plan trabajar en adicciones, pero que fue algo que se dio de esa manera, estado hoy sobradamente convencido de que es un pedido de Dios.

Además de su tarea los adictos, el padre Saso recorre distintos barrios marginales del departamento para tener un contacto directo con la realidad, trabajando en comedores y merenderos, sin dejar de lado claro, sus labores apostólicas. “Hay gente que nos necesita y que no sabe ni siquiera rezar. Nosotros, la Iglesia, no podemos conformarnos con los que van a la parroquia y nada más, hay mucha gente buena a la que hay que llegar y enseñarles el Catecismo”, concluyó.
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